La tradición rumana del martisor

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El Día del Martisor (1º de Marzo) es una fiesta tradicional rumana que celebra la primavera, la naturaleza, la alegría, la victoria del bien sobre el mal. En esta fecha los jóvenes, sobre todo las chicas, pero también las mujeres y los hombres – dependiendo de la zona geográfica del país, reciben pequeños obsequios – los martisoare, atados con un cordón blanco y rojo, que trae, según la tradición popular, suerte, bienestar y salud, siendo su principal función la de protección.

¿Cómo y cuándo llevamos puesto el martisor?
Según la tradición, el martisor ha de ser atado al amanecer, el primer día del mes de marzo. Se lleva puesto desde el 1º de marzo hasta tener constancia de los signos primaverales: el canto del cucú, los cerezos o los rosales floreciendo, la vuelta de las cigüeñas y de las golondrinas viajeras. Pero no se trata de tirar el martisor, sino de atarlo en un rosal o en un árbol florecido, para traer suerte.
Más allá de las costumbres y de los símbolos del martisor, este amuleto significa la alegría de vivir, el amor a la vida, un símbolo a través de cual nosotros, los seres humanos, saludamos el renacimiento de la naturaleza en el momento de la llegada de la primavera. El martisor perdura en el tiempo como el símbolo del sol poderoso y de la
pureza del alma.

¿Por qué llevamos puesto el martisor?

El poeta rumano Geroge Cosbuc (1866-1918) explica en un estudio acerca del martisor: “Se lleva puesto para acercar el sol hacia ti, de la misma manera en la que llevamos encima un rosario o un icono de Jesucristo. Así te conviertes en un amigo del sol, haces que sea bondadoso contigo, que te de todo lo que está en su poder, primero su belleza, luego alegría y felicidad, honradez, amor y bondad”. El mismo poeta añade: “La gente de los pueblos hace que sus niños lleven puesto martisoare para que estén limpios como la plata, y que no tengan escalofríos; las chicas dicen que los llevan puestos para que el sol no les queme y que el que no lo lleve se va a secar como las flores. El pueblo también sabe que el martisor ha de ser llevado como un objeto sagrado, no como un accesorio o un juguete”.

Con el tiempo, la costumbre de llevar puesto el martisor hecho de una moneda de plata se ha perdido y, en este sentido, el mismo autor comenta: “En la ciudad es una gran locura en cuanto al papel del martisor, dado que lo hacemos de oro o de cualquier otro metal amarillo, cuando debería de ser exclusivamente de plata. Además le damos forma de corazón, libro, flor, cerdo u otro animal, siempre y cuando debería de ser redondo como el sol. Todos estos accesorios no tienen ningún sentido y son puro engaño en cuanto al bolsillo o a las tradiciones se refieren”.

Simbología de losmartisoare

A finales del siglo XIX, el 1º de marzo por la mañana, antes del amanecer, los niños, chicas y chicos sin distinción, recibían de sus padres, un martisor. De él, colgaban una moneda de plata o de oro y lo llevaban puesto como una pulsera, un broche o un colgante, hasta la llegada de otra fiesta tradicional de la primavera (Măcinici, Florii, Paşte, Arminden), o bien hasta que los árboles florecieran para poder colgarlo en alguna de las ramas. La gente creía que a los que llevaban puesto el martisor no les iba a quemar el sol durante el verano, que iban a ser sanos y hermosos como las flores, agradables, cariñosos y afortunados, protegidos de las enfermedades y del mal de ojo. Algunas fuentes dicen que el martisor se confeccionaba utilizando dos hilos torcidos de lana – blanco y negro o blanco y azul, y se regalaba el primer día del mes de marzo, cuando se veía en el cielo la Luna Nueva.
La costumbre del martisor es una secuencia que forma parte de un escenario del ritual de renovación del tiempo y del año – la primavera, el nacimiento y la muerte simbólica de Dochia. Según otras fuentes, el hilo del martisor, un cordón de 365 o 366 días, fue hilado por la propia Vieja Dochia cuando subía sus ovejas a la montaña. Similar a las hadas que hilan el camino de la vida del bebé al nacer, Dochia hila el rumbo del año.
Desde Rumania, la tradición del martisor traspasó fronteras a otros países del centro y del sureste de Europa. Las chicas y algunas veces las jóvenes llevaban puestos, el 1º de marzo, martisoare para celebrar la llegada de la primavera, pero también como amuletos de la suerte.

Significado de los colores del martisor arcaico en la tradición folklórica

Los martisoare más antiguos se confeccionaban con lana blanca y negra. El blanco simboliza la pureza, siendo, igual que el negro, la suma de todos los colores. Es muy interesante que, en su valor absoluto, el blanco es igual al negro, a pesar de que desde hace unos siglos la mayoría de la gente valora positivamente solo el blanco. Los especialistas llegaron a la conclusión de que el blanco es un color intermedio, que expresa lo mejor la muerte y el renacimiento dado que, igual que el negro, es bivalente, siendo muchas veces sinónimo del palor y acercándose de esta manera a la luna y a la muerte. Es más, antes, el blanco era el color de la muerte y del luto y aún hay pueblos del Extremo Oriente y de África que guardan esta tradición. Es también muy interesante que la Vieja Dochia muere y renace simbólicamente en sus nueve o 12 días del principio del mes de marzo. Esta famosa vieja no es nada más que la representación simbólica de la vida que nace, pasa y muere con una ciclicidad establecida hace mucho teniendo en cuenta el ciclo de la luna. Por eso no es ninguna casualidad el hecho de que antiguamente, los martisoare se llevaban puesto cuando aparecía en el cielo la Luna Nueva. Nuestra vieja es, en realidad, una divinidad terrestre, de origen lunar, responsable, entre otras cosas, de la fertilidad, de la flora, del renacimiento de la naturaleza y del tiempo. Pero como divinidad, Dochia tiene relación directa también con el negro, el otro color del martisor arcaico. Inicialmente, este color representaba los orígenes, el negro precediendo, en todas las religiones, la creación del mundo. Por esta razón, fue mucho tiempo símbolo de la fecundidad y la fertilidad, el color de la tierra fértil y de las nubes que traen lluvia. En este contexto entendemos por qué las grandes diosas de la fertilidad (Isis, Demetra, etc.), las muy antiguas diosas madres, eran… ¡negras! Evidentemente, el negro es, como todos los colores, bivalente, pero, en los últimos siglos, su simbología nefasta, su asociación a la muerte, ha sido exagerada. En la hilada del martisor hay una unión divina del blanco con el negro, de la luz con la oscuridad, del día con la noche, del invierno con la primavera. El martisor arcaico, en blanco y negro, es la expresión más profunda de la unión de los opuestos, de la interrelación de los principios aparentemente contrarios, y de lo que nosotros normalmente distinguimos entre el bien y el mal – el blanco y el negro. Pero el uno sin el otro no puede existir. El rojo, es verdad, tuvo y aún tiene un poder fascinante sobre la gente. Se cree que el rojo produce un efecto más fuerte sobre los sentidos, siendo el símbolo de la belleza, de la juventud, de la salud y de la riqueza. En muchas culturas arcaicas se le asocia a la llegada de la primavera, al nacimiento y al matrimonio, por lo tanto a los comienzos. También protege a los pequeños en la transición de una estación a otra. En este sentido, hoy en día la gente aún cuelga flecos rojos a los terneros, potros, corderitos, o los bebés recién nacidos. Podemos decir que el rojo, dado por el fuego, la sangre y el sol, significa vitalidad de la mujer, mientras que el blanco, como la nieve fría y pura, las olas o las nubes, simboliza la sabiduría del hombre. Por lo tanto, el cordón del martisor expresa la interacción inseparable de los dos principios, como un movimiento permanente de la materia.

Datos recopilados y editados por Silvia Cozminca, presidenta de la Asociación “ART – Meşteşugurile Prutului” de la ciudad de Iasi (Rumania)

Traducción al español: Ana-Mª Marinescu