Gabriela Calutiu Sonnenberg: Bucovina – La Suiza Rumana

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„Una representación del paraíso:

El pueblo de Bucovina,

hecho todo con buen gusto,

la casa y la cerca

y el verde pasto;                                                                      

mientras los aldeanos duermen

los ángeles vienen de desconocidas direcciones

a peinar la hierba de los pastos „.

(versos del poema ”Una representación del paraíso”, de Adrian Păunescu, 1943 – 2010). 

Conocida como „Suiza Rumana”, la región histórica de Bucovina, ubicada en la parte norte de Rumanía, ocupa un área de 10.441 km². Pertenece mayoritariamente a Rumanía, pero también hay territorios en la Ucrania. Su división actual se remonta a 1940, cuando el norte se adjudicó a los soviéticos y el sur a los rumanos. Por eso a Bucovina también se le llama la „Tierra Fronteriza”, siendo un lugar donde se valora mucho la unidad y la ayuda entre los habitantes, porque hermanos de sangre y lengua están separados por la frontera trazada al azar.

Pero Bucovina significa mucho más que una franja de tierra fronteriza en los Cárpatos Orientales. Para aquellos que la conocen, es un reino bendecido, con una magia irresistible. Las famosas colinas de Bucovina, llamadas Óbcinas, onduladas en suaves picos boscosos, con verdes prados, flanqueados por escarpados desfiladeros excavados en piedra caliza, le confieren un encanto paradisíaco.

Sin tomar nota de los cambios en las fronteras, hay una particularidad que nunca ha cambiado: el idioma rumano. La profunda piedad con la que los habitantes lo hablan y cultivan se refleja en las bonitas obras literarias de algunos de los escritores rumanos más valiosos, que nacieron aquí, igual como el adorado poeta nacional Mihai Eminescu. El lírico consideraba a Bucovina „la parte más antigua y hermosa de nuestro país” y no tuvo temor de afirmarlo en una carta destinada a la Reina Elisabeta de Rumanía („Siento lástima por Usted, porque no conoce mi Moldavia natal…”)

Durante su pertenencia al Imperio Austro-Húngaro, la también llamada  „Tierra de las Hayas” (en alemán „Buchenland”), benefició del título de Ducado y recibió ayuda financiera del gobierno vienés. Muchos de sus famosos monasterios fueron notados y renovados entonces, salvándose de la ruina. No se puede decir lo mismo de algunos edificios administrativos conservados de esa época, construidos en el imponente estilo Habsburgo, monumentos que hoy se encuentran en un avanzado estado de degradación.

Atravesados ​​por caminos sinuosos que atraviesan los valles, subiendo a los picos ricamente arbolados, interrumpidos por pastos salpicados de pajares dorados, los paisajes de la „Suiza rumana” son de una belleza abrumadora. De los bosques de hayas y abetos nace   la madera en la que los lugareños tallaron sus cucharas, muebles, portones, casas y, sobre todo, iglesias. Gracias a ellos, en todas partes se siente las vecindad del Señor.

Poco a poco, los lugares de culto se transformaron en construcciones de piedra, incomparablemente bellas, adornadas con pinturas y bajorrelieves tanto por dentro como – ¡cosa nunca encontrada! – por fuera. Cuenta la leyenda que las escenas pintadas en las paredes hicieron posible que un mayor número de aldeanos asistiera a la misa, ya que la capacidad de las iglesias era limitada. Para facilitar el acceso de la gente común, analfabeta, a las enseñanzas cristianas, los frescos exteriores muestran escenas de la Biblia, pero también signos del zodíaco, santos y personalidades famosas de la historia, incluso retratos de filósofos griegos antiguos. Como por milagro, se mantenieron casi intactas estas pinturas. La longevidad de los colores se debe, entre otras cosas, al cuidadoso trabajo de los pintores, que pintaron las paredes cuando aún estaban húmedas, dividiendolas en pequeños segmentos.

Los monasterios de Bucovina son lugares de culto cristiano-ortodoxo, fundados en los siglos XV-XVI por el voivoda Esteban el Grande y su sucesor, Petru (Pedro) Rareș. Cuenta la leyenda que el príncipe Esteban, el defensor de la cristiandad, construyó una iglesia después de cada batalla ganada y al final llegaron a ser casi 40. Su arquitectura, de marcado carácter gótico-bizantino, les confiere un carácter único. La baja altura de los techos y de los portales de entrada servia a impedir la entrada de los invasores otomanos y tártaros montados a caballos.

Los gobernantes los visitaban con frecuencia, pidiendo el consejo de sabios monjes. También desempeñaron un papel cultural, como custodios de manuscritos antiguos, crónicas o pinturas, y como centros de alfabetización, en los que se enseñaban las lenguas clásicas. Además, algunas sirvieron de refugio a los habitantes durante las invasiones bárbaras, teniendo el carácter de fortificaciones rodeadas de murallas defensivas. En reconocimiento a su inestimable valor, los monasterios de Arbore, Humor, Moldovița, Pătrăuți, Probota, Suceava, Sucevița, Voroneț están incluidos en el Patrimonio Mundial de la UNESCO.

El más famoso, el monasterio de Putna, llamado „La Jerusalén de la nacion rumana„, alberga la tumba de su legendario fundador, el príncipe Esteban el Grande. Cuenta la leyenda que eligió el lugar de construcción por un método inusual, disparando con su arco una flecha hacía el cielo. En el lugar donde cayó la flecha se colocó la primera piedra.

La primera Reunión de Todos los Rumanos se organizó en Putna en 1871, con participantes de todas las áreas de habla rumana (Transilvania, Bucovina, Banat, Valaquia). Hasta ahora se guarda una urna de plata, colocada sobre la tumba de Esteban el Grande, en la que los organizadores depositaron muestras de suelo traído de todas las tierras rumanas. Alimentó la esperanza que, algún día, todos los rumanos se unan en un solo estado, lo que parcialmente se hizo realidad. Presente en los actos de 1871, el joven violinista Ciprian Porumbescu, interpretó por primera vez „Balada”. Emocionado, luego le confesó a su padre: „¡Padre, toqué para el todo el Reino de la antigua Dacia!”.

Hay muchas leyendas relacionadas con los monasterios de Moldavia. Los muros del monasterio de Voroneţ, la „Capilla Sixtina Oriental”, se construyeron en menos de cuatro meses (entre el 26 de mayo de 1488 y el 14 de septiembre del mismo año) y la iglesia de Sucevita tiene nada menos que 2000 metros cuadrados de pintura mural!

„Azul de Voroneţ”, „verde de Arbore”, „rojo de Humor” o „amarillo de Moldovița” son los colores que armonizan perfectamente con el azul del cielo y el verde de la hierba. La mezcla de pigmentos resistentes y similares a los matices de la naturaleza es imposible de reproducir con las técnicas actuales. Su secreto ha perdurado durante cientos de años.

Fabricado a base de una piedra que se extrae en China, Francia y África, el azul de Voroneț o azul celestito (azurit), como lo han llamado los especialistas, emite una luz especial. El polvo fino se mezcla con una sustancia orgánica, que los análisis de laboratorio no pueden identificar, pero que también muestra rastros de … aguardiente de ciruela (¡no es una broma, los estudios de laboratorio lo confirman!).

El rojo del humor muestra un tono cromático inusualmente complejo, y también los misterios del verde de la iglesia de Arbore, o del tono esmeralda de Sucevița, permanecieron intactos. Hasta ahora, nadie ha podido reproducir este verde pintado hace más de 500 años.

Sin embargo, pocos visitantes saben que, aparte de la clásica ruta turística, en Bucovina hay muchos monasterios de igual belleza. Dragomirna, por ejemplo, única en el mundo gracias a su exterior de piedra majestuosamente tallada, es más conocida por los extranjeros que por los rumanos.

Pero Bucovina significa más que la ruta de iglesias pintadas de colores. Su singularidad está dada por su hermosa gente y sus tradiciones, perpetuadas desde la antigüedad. La técnica de la alfarería de la famosa cerámica negra, se ha mantenido inalterada durante cientos de años, igual como el método de decorar los huevos en la Semana Santa o el arte de pintar iconos, transmitido de generación en generación. Telas, alfombras de lana, cestas de mimbre, collares de cuentas, huevos decorados, ¡todo está hecho a mano!

En las calles flanqueadas por casas con techos de guijarros, los aldeanos todavía van a la iglesia vestidos de antiguo traje popular. Cuando el tiempo empeora, todavía suelen tocar las campanas, para esparcir las nubes.

La gente de Bucovina no contesta pertenecer a los moldavos, pero muestra más dulzura, habla y trabaja con una sensibilidad aparte. En sus ojos, especialmente en los ojos de los ancianos, se lee confianza y bondad. Cuando uno se dirige aquí a un extranjero, no lo trata como a un forastero, sino como a un hijo.

Los sabrosos platos tradicionales (¡maridaje magnífico entre las truchas de los arroyos locales y el vino blanco de Cotnari!) completan su imagen. Bucovina es la región de Rumanía que mantiene inalterada la imagen de un mundo intacto por la exagerada modernidad de hoy. ¡Es un rincón de paraíso rumano!

Gabriela Calutiu Sonnenberg

España, primavera 2021

Fotos: vacante-auhero.ro/, pixabay.com, Zamosteanu

 

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